Talleres: ser puntero tiene su precio

Falta mucho para el final del campeonato, pero la “T” sigue abriéndose camino a fuerza de goles y juego sólido ¿Le alcanzará con lo que tiene? Sus hinchas viven en el aire disfrutando de una realidad que incomoda a los poderosos.

Talleres es puntero y enfrenta, cada semana, muchos factores que multiplican los obstáculos y redimensionan el camino que va transitando. Se sabe que cuando el líder de un campeonato argentino es un club de las provincias, el tablero de grupos de interés se mueve muchísimo y logra que un aspecto clave, como lo es el negocio del fútbol, se presente diferente. Ya no vale la pena hablar del espacio que se le asigna en Buenos Aires en las tapas de los diarios, pero sí se huele, se percibe, se intuye, que así como hay mucha gente esperando que Talleres “se caiga”, porque es preferible hablar de la “crisis” de Boca y las atajadas de Franco Armani, otros descuentan que competir cabeza a cabeza con un equipo de los grandes irá estrechando el margen de error y ajustando las exigencias.

Esto no es para cualquiera, hay que anotarlo. Ser puntero desde el interior del país nunca fue una tarea sencilla. Hace poco le tocó a Colón (reciente campeón) y hasta hace unos años, a Rosario Central y Newell´s Old Boys, todos ellos ganadores de algún torneo organizado por el centralismo de la AFA.

Saquemos del mapa a Central y Newell´s, que están integrados a Buenos Aires desde hace mucho tiempo, y focalicemos rápidamente en Colón: despacito y por las piedras, se quedó con el título mientras las grandes discusiones en el fútbol nacional se centraban en la palidez circunstancial de Boca y en el teórico vaciamiento de ideas del proceso de Gallardo en River. ¿Y ahora, qué dirán…?

Hoy le toca a Talleres salir a enfrentar los obstáculos, parapetado de la mejor manera para resistir a la indiferencia y recibir a los que se arriman al fogón, a ver de qué se trata: entonces, se deja querer desde su fútbol ofensivo, su gatillo fácil, su capacidad para llegar al gol y establecer condiciones en los partidos desde esa virtud. Porque una cosa es que Talleres juegue bien y tenga goles como consecuencia del proceso, y otra que tenga goles mientras trata de jugar bien: en ambos casos, la incidencia es idéntica.

El festejo de un gol, imagen que este Talleres sabe reeditar partido tras partido.


Córdoba no queda cerca

Seguro que aparecerán las relativizaciones, porque en la liga profesional hay hoteles hermosos, buena alimentación, infraestructura para los entrenamientos y el desarrollo, y aviones para todos lados. Pero no siempre y no todos. Tomando como referencia los viajes que deben realizar Talleres y un equipo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (por ejemplo, River), nos encontramos con números elocuentes: mientras la “T” debe recorrer unos 32 mil kilómetros, al club de Buenos Aires le tocan unos 13 mil kilómetros, o sea menos de la mitad. ¿De dónde surge ese dato? Hay 15 equipos de la región metropolitana (incluyendo allí a los de Avellaneda y La Plata), uno de Santiago del Estero, dos de Santa Fe, dos de Rosario, uno de Mar del Plata, uno de Junín, uno de Paraná, uno de Tucumán, uno de Mendoza y Talleres, de Córdoba.

Desde Buenos Aires, hay avión para casi todos los puntos citados; desde Córdoba, no. Hay que ir hasta Buenos Aires para intentar una conexión, o bien,subirse a un “bondi”. ¿Cuál es el sentido de esta hoja de ruta? No es que haya problemas para cargarle nafta al ómnibus, sino que, a la larga, los viajes complican la agenda de trabajo y la calidad de la recuperación.

Un equipo como Talleres debe mantener el nivel de respuesta física y futbolística en condiciones desventajosas con relación a River (o Boca), porque entre las idas y venidas, tiene menos margen para entrenar, una recuperación más ajustada luego de los partidos y demasiado tiempo desperdiciado en los aeropuertos o en la ruta. Después de jugar, no es lo mismo descansar en una cama de hotel y subirse a un avión al otro día, que acomodarse en un asiento de ómnibus apenas termina el partido, para volver a casa.

Es cierto: los jugadores profesionales son muchachos jóvenes, sanos, preparados para el alto rendimiento. No es que salen de jugar y van a una obra a preparar la mezcla para hacer una pared. Pero cuando el campeonato se encamine hacia la definición, cada detalle será crucial. Sin ir más lejos, la cantidad de jugadores que tiene cada plantel… Y no hablemos de los arbitrajes, porque si un equipo juega bien, lo demás es anecdótico.

Aplausos de los jugadores. Una actitud de generosidad que se lleva bien con la propuesta del equipo.

La felicidad

Cada gol que Talleres marcó para vencer a Boca, River, Racing, Independiente y San Lorenzo fue un grito puro, lleno de tribuna, que retumbó en cada espacio del país futbolero. Hace dos semanas, fue a Avellaneda y le ganó a Racing con dos goles memorables; ahora llegó Rosario Central y lo atendió con una dosis de contundencia inapelable. Mientras se habla de lo que tiene y de su entrenador, en Córdoba los hinchas salen a la calle con el pecho lleno de orgullo asumiendo también que la exposición ya es inevitable y eso implica que, cada vez, haya más ojos puestos sobre lo que hacen los jugadores, adentro y afuera de la cancha.

Ser puntero tiene su precio. Más, si los méritos se hacen tan lejos del Obelisco. El fútbol, como una herramienta de rebelión, incomoda a los poderosos ante la presencia de un equipo que se defiende haciendo lo que mejor le sale: jugar, hacer goles y, al mismo tiempo, mostrando una posibilidad de ser felices, en tiempos tan difíciles.