Once metros separan el cielo del infierno


Racing perdió por penales y su sueño de ascender se evaporó. No le alcanzó con haber jugado un gran torneo. La definición contra Chaco For Ever lo dejó afuera porque falló en la ejecución de los penales.

“Nunca me creo en la cima o en la gloria / Eso es un gran fantasma / Creado por generaciones pasadas / Atascado en el camino de la vida”/ “La realidad baila sola en la mentira / Y en un bolsillo tiene amor y alegrías / Un dios de fantasías / La guerra y la poesía”.
El fragmento de “La colina de la vida”, de León Gieco, tiene un par de párrafos que son asombrosamente descriptivos para ilustrar uno de los tantos momentos crueles que tiene el fútbol como hecho deportivo y fenómeno social.


Enamorado del ángulo

Franco Schiavoni acomodó la pelota y tomó una distancia inusual: una docena de pasos. ¿Alguien estuvo ahí, en una definición por penales? ¿Sabe lo que siente un jugador de fútbol que tiene la responsabilidad de meter la pelota en el arco? Doce pasos pueden ser insuficientes o bien una eternidad, dependiendo de la ingeniería mental del pateador: confianza, inseguridad, ansiedad, miedo, tranquilidad, nervios, coraje, valentía, dudas, cansancio, tensión y más tensión.

Con la receta que hace una semana le permitió clavar un derechazo tremendo y sellar el triunfo 2-0 de Racing en Rafaela contra Defensores de Villa Ramallo, Schiavoni se presentó enamorado del mismo ángulo, donde los goles son golazos. Respiró hondo aturdido por el silencio, vio en perspectiva el balón esperándolo hermosamente blanco y arrancó, rumbo al instante crucial. Le pegó con una dosis alta de potencia y dirección imperfecta. La pelota, que en Rafaela había elegido hacer el amor con el arco, esta vez se fue un cachito alta, rebotó en el travesaño y no quiso entrar…

La historia dice que también desperdiciaron sus tiros los racinguistas Pablo López y Raúl Chalabe, y que el arquero “Cali” Rodríguez sostuvo las esperanzas de Racing al atajar dos penales. Pero no alcanzó y Racing perdió. A su casa.

Elegir la figura de Schiavoni no es condenatorio, sino que responde a la tentación del contraste emotivo y por esta lógica perversa que propone el fútbol ignorando merecimientos y buena fe: la pelota adentro del arco no es lo más importante que existe, sino lo único.

Pocas cosas, en la cancha y en la vida, muestran el cielo y el infierno con tanta crudeza como la ejecución de penales. Están ahí, se sospechan y hasta se guiñan un ojo; se prometen revancha y se juran victorias. Se retan a duelo y la alegría de uno, de manera inevitable, es la tristeza del otro. El éxito de uno implica necesariamente la caída del otro. Se necesitan; se retroalimentan; se multiplican. Uno no podría existir sin el otro.

Por eso, el mismo Franco Schiavoni que siete días atrás sintió tocar el cielo con las manos por aquel un gol fundamental, esta vez debió hacerse cargo de una condena durísima: volver caminando desde el área para reunirse con sus compañeros en la mitad de la cancha, domando pensamientos, sujetando las lágrimas, necesitando el abrazo que el fútbol suele reservar sólo para los que ganan.

Gentileza Prensa Racing de Córdoba.

Triunfos invisibles

Si Talleres es protagonista en la Liga Profesional, es un triunfo del propio mundo de la “T” pero con una onda expansiva que le devuelve a Córdoba el orgullo de sacarle lustre al honor; si Belgrano e Instituto encuentran el camino para volver a primera, deberemos aprender a traducir esas fotografías para que sean rentables en todas las direcciones. Lo mismo pasa con el progreso de Estudiantes y Sportivo Belgrano, clubes con menos recorrido en las órbitas profesionales pero que ayudan a elevar la vara.

Resulta que, al final, Racing salió a desmentir la historia y pudo armar un equipo competitivo con insumos domésticos, incluyendo al entrenador y a su equipo de trabajo. Durante mucho tiempo, nos hicieron creer que el fútbol de alta competencia sólo podía ser conducido por entrenadores de Buenos Aires o Santa Fe, y reservaba los pantalones cortos a los rezagos de clubes del puerto. Ahora vemos que eso era humo…

El intento de convertir una derrota en un triunfo conceptual parece una tarea titánica, sobre todo porque a los hinchas aún les duele el alma. Pero se impone subrayar que la presencia de la Academia en el Federal fue una editorial de la que los demás clubes de Córdoba deberán aprender: fútbol de ataque, con imaginación, diseñado por un entrenador de Córdoba, con jugadores en su mayoría del club.

Desde nuestra pasión por el fútbol y por opinar, el expediente Racing estará abierto por varios días dejando en claro que, uno más uno nunca es dos. Las derrotas románticas plantean el desafío de rescatar oro en el barro, alientan la discusión sobre el valor del buen juego y su relación con los triunfos. En este caso, vayamos pidiendo el café, porque la charla será enriquecedora. Vale la pena ver a Racing por lo que quiso, por lo que hizo y por lo que significa para Córdoba haber tenido un (otro) equipo capaz de seguir el camino más largo, creyendo siempre que primero está el jugador y su relación con la pelota.